Nunca Mueren Los Deseos (Sabrina y Fernando)

Chapter Capítulo 11



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Capitulo 11 Alguien toc6 el timbre. Carmen instantaneamente se puso de
pie cuando escuché el sonido del timbre sonando. Su pequefia forma se
balanceaba de un lado hacia el otro mientras tiraba de Elena y le decia
dulcemente a su tia. “Elena… Elena…” “jQué buena chica eres, Dora!
Elena fue a abrir la puerta. Debia ser su mama. jElla esta de vuelta!” Elena
alboroté el cabello de la nifia con carifio. Le dio a Joaquin una palmada en
la cabeza y luego se dirigi6 a la puerta. La puerta se abrié. Ella tenia razén.
Era Sabrina. Joaquin y Carmen se tambalearon hacia Sabrina felizmente
tan pronto como entré en el apartamento y la abrazé. Sabrina se agaché y
les dio un fuerte abrazo. Froté sus mejillas con fiereza contra las de ellos.
Sus hijos eran simplemente demasiado adorables. Sentirlos en sus brazos
le dio mucha motivacién para seguir adelante. “Elena, hoy tengo una bolsa
de leche. Puedes calentar la leche para Dora y Joaquin esta noche. Tengo
mucho trabajo que hacer hoy. Trabajaré hasta tarde para no llegar
temprano a casa”, dijo Sabrina mientras sostenia las manos de sus hijos y
se ponia de pie. Habia una nota de preocupacion en la voz de Elena.
“Acabas de empezar a trabajar. ¢ Por qué trabajas hasta tarde en tu primer
dia de trabajo? “No se puede evitar. Soy nueva y tengo mucho que
aprender”, dijo Sabrina antes de sacar la bolsa de leche y darsela a Elena.
Este ultimo corrié a la cocina y colocé la bolsa de leche en la nevera.
“Claro, Sabrina… sobre la herencia de tu madre… deberiamos hablar con
un abogado*, dijo Elena mientras salia de la cocina. “Lo sé“. No podia
simplemente tomarlo a la fuerza. La vida no funcionaba asi. “Pero los
buenos abogados… son caros. Ademas, me preocupa que los Bracamonte
puedan pagar a los abogados. En este momento, todo lo que ella y Elena
podian pensar era en encontrar un abogado que no hubiera sido pagado
por los Bracamonte. Debe ser un buen abogado que pueda pelear su caso
por ellos también. Esa era la tinica forma en que iba a recuperar la herencia
que le debia a su madre. ¢En cuanto al resto de sus problemas?
Encontraria alguna manera de tratar con ellos. Hablaré con algunos de mis
amigos. Puede que Elena no parezca gran cosa, pero habia llegado a
conocer a algunas personas en los dias en que los Uribe todavia eran ricos
y poderosos. Esperaba fervientemente que algunos de ellos pudieran
ayudarla ahora. “Esta bien“, dijo Sabrina con un asentimiento. Levanté a
Joaquin y Carmen en sus brazos. Era hora de darles de comer. La calidez y
el amor llenaron los ojos de Sabrina mientras acunaba a sus hijos en sus
brazos. Mientras Sabrina estaba amamantando, Elena se dirigi6 a la cocina
para calentar su almuerzo. Minutos mas tarde, salié de la cocina y llevé
una bandeja de platos al comedor. “Sabrina, ¢volveras a tiempo para cenar
esta noche?” “No, no lo volveré®. Viajar de regreso a casa y luego a la
oficina después de la cena tomaria demasiado tiempo. No estaba
interesada en pasar la noche en la oficina. Queria v

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olver a casa y dormir junto a sus hijos. “Esta bien“, dijo Elena en voz baja y
asintié. Entonces cenaré con los nifios. Elena no tenia hijos propios.
Trataba a Sabrina como a su propia hija. Se sinti6 terrible por lo que le
habia pasado a su hermana mayor. Si su familia no hubiera caido en la
pobreza, los Bracamonte no habrian maltratado a su hermana ni la habrian
sometido a abusos y tormentos. Eran la razén por la que habia caido en
depresién y enfermado. Ellos fueron la causa de su eventual muerte. Eso
no parecia ser suficiente para ellos. La viciosa madrastra de Sabrina fue la
razén por la que se arruiné la reputacién de Sabrina. El pensamiento de lo
que habia sucedido hizo que el corazén de Elena se rompiera de nuevo.
Afortunadamente, Sabrina era fuerte. Ella habia sobrevivido. Ahora, tenian
dos queridos preciosos en su familia. Después de alimentar a sus hijos,
Sabrina los colocé en el sofa para poder almorzar con Elena. Necesitaba
comer algo para poder trabajar. Antes de que pudiera dirigirse hacia la
mesa del comedor, Joaquin envolvié sus cortos brazos alrededor de su
piernay la abrazé con fuerza. No dejaba de decir la palabra que acababa de
aprender. “Mama… mama…” Era como si alguien hubiera accionado el
interruptor dentro de sus cabezas. Eran uno solo y apenas podian hablar.
Pero lentamente decian palabras simples como “mama“, “Elena” y “leche*.
Cada vez que escuchaba que llamaban “mama” a Sabrina, el corazén de la
joven se derretia.


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